HOY... conté cuentos en CETEM: Centro de día y Centro Educativo
Terapéutico Merliano, en Rosario.
Era un grupo de jóvenes que escuchaban con mucha y linda
atención.
Uno de ellos, muy tímido, miraba hacia abajo todo el tiempo. Al terminar, cruzó todo el salón y simplemente
me abrazó. Nos quedamos un ratito así. Me miró a los ojos. Era una mirada
dulcísima y se lo veía feliz. Después, volvió a su lugar sin decir nada. Me lo
había dicho todo.
Me traje los abrazos, una pulsera que parece una trencita hecha por
una de las chicas, la alegría de quienes se levantaban y contaban de los
cuentos que compartimos de a pedacitos, las risas, un expresivo gesto de cariño
que una de las chicas tuvo hacia otra y me quedó grabado, la inocencia, unos
versos cantados de “el Oso” y ese calor único que me envolvió en esta mañana de
frío.
Quienes llevan adelante CETEM hacen una obra admirable: les enseñan
a vivir, a amar el arte, la naturaleza y la vida.
Y a tener un GRAN CORAZÓN,
como el de ellos.
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