“Un cuento es un abrazo hecho de
palabras que se pronuncian con el corazón”, les dije ayer a los chicos de la Escuela Medalla Milagrosa . Muchos
de ellos cerraron los ojos y en un silencio indecible se sumergieron en ese
mundo nuevo que brotaba de mis páginas.
Después de leerles “El niño que sabía mirar”, les pregunté qué habían sentido y uno de ellos
me dijo: “¡Felicidad!”. Otro puso una
mano sobre su pecho y expresó: “Yo sentí
el cuento en mi corazón”. Una nena, recuerdo
bien su nombre, se llamaba Lucía, respondió entre pausas: “Sentí la verdad de las palabras”.
Eran niños de un cuarto grado. No tenían más de 9 o 10 años. Un hilo de ternura
atravesaba el aire. Y volví con la hondura de esos niños enhebrada en mi corazón.
Sarah Mulligan
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